LAS MARGARITAS
Al menos tres de las 35 madres que perdieron a sus hijos en el Hospital Regional de Comitán están seguras que los niños fallecieron envenenados entre finales de diciembre de 2002 e inicios de enero de 2003, debido a la fumigación del área de pediatría con un herbicida desconocido.
Irma Cruz López tenía 18 años de edad cuando llegó al Hospital Regional del la Secretaría de Salud de Comitán, en la zona central de Chiapas, el 13 de diciembre de 2002 para dar a luz a una niña que llamó Wendy Mercedes.
Irma mantuvo a su hija a su lado unos minutos, hasta que una enfermera le dijo que la bebé regresaría al área de incubadoras, ya que “estaba delicada”.
Cuando la dieron de alta, la abuela de Wendy Mercedes estuvo al tanto de la niña. “Mi mamá entró a ver a mi hijita. Estaba en el incubadora. La revisó y salió. Todo estaba bien”, declaró.
Sin embargo, la tarde del 17 de diciembre, Irma recibió la noticia de que su hija había fallecido y se realizaron los trámites para trasladar el cuerpo de la pequeña desde el Hospital Regional a Las Margaritas, ubicada 100 kilómetros al norte de Tuxtla Gutiérrez.
La mujer lloró la pérdida de su primera hija y supo que el área de pediatría había sido fumigada, cuando el cuerpo fue exhumado del panteón de Las Margaritas, se confirmó que la causa del deceso fue “envenenamiento”.
Sobrecarga hospitalaria
En ese diciembre de 2002, el Hospital Regional de la Secretaría de Salud tuvo una “sobredemanda poco común” de trabajo, según declaró en ese entonces su director Raúl Belmonte Martínez. “Los médicos, internistas y enfermeras debieron trabajar doble”, explicó.
Pero también varios recién nacidos, muchos de ellos prematuros, murieron en ese entonces en el hospital sin que hasta la fecha se conozcan las causas. Sin embargo, algunos de los padres de las víctimas declararon que, por tratarse de temporada vacacional, el Hospital se encontraba vacío.
Por ello, el personal del hospital decidió fumigar el área de pediatría y cuneros, pero cuando los padres supieron lo que iban a realizar se opusieron. El primero en protestar fue Alberto Pérez, pero no lo escucharon. “Fumigaron sin tomar las medidas preventivas”, habría de declarar después Alberto Pérez.
María Antonieta Solís Gordillo dio a luz el 17 de diciembre de 2002 a un niño, a quien puso por nombre Arturo Enrique y que fue bautizado en el hospital por una religiosa carmelita.
Cuando la monja terminó el servicio y vio al niño en buen estado comentó que pudieron haber esperado unos días para que el pequeño recibiera las aguas bautismales en la iglesia. “El niño pataleaba bien”, recordó Lesbia Solís Gordillo, tía del bebé, quién pronosticó: “Mi sobrino va ser un luchador”.
“Oí llorar al niño cuando yo aún estaba en quirófano. Le pregunté a la enfermera cómo se encontraba mi hijo y me dijo que bien”, expuso María Antonieta, de 26 años. Horas después, la mujer notó que dentro del hospital había una nube tóxica.
Los niños habían sido trasladado a un área “fuera de peligro”, pero luego los regresaron a los cuneros. Lesbia Solís aseguró que un “fuerte olor” a herbicida se mantuvo varios días en las áreas de pediatría y cuneros.
“No va a pasar nada”
Lesbia relató que al saber que iban a fumigar acudió a Trabajo Social para preguntar por qué lo iban a hacer, y una enfermera le contestó que “para que no entrarán virus”.
“Vamos a aislar a los niños. No va pasar nada”, escuchó decir de los directivos del hospital. El 23 de diciembre, Lesbia y Antonia recibieron la noticia que Arturo Enrique había fallecido.
El 27 de diciembre fue exhumado el cuerpo del niño y según las hermanas Solís Gordillo había muerto por causa de “envenenamiento”.
En esa ocasión, en el cementerio local y alumbrados con los faros del vehículo del padre de Lesbia y Antonia, los médicos legistas trabajaron varias horas para tomar muestras de tejido del cuerpo de Arturo Enrique.
Los familiares habían pedido al Ministerio Público que la exhumación la efectuaran médicos de Tuxtla Gutiérrez, porque advirtieron que “si son los de Comitán se van a vender. Queremos que vengan legistas de Tuxtla”.
Otros casos
Alicia Anzurez también perdió a su bebé José Guadalupe. “Era un niño hermoso que pesó seis kilos. Era grandísimo”, indicó Lesbia Solís, quien se alió al padre del pequeño, Alberto Pérez, para exigir que se aplicara la justicia.
José Guadalupe nació en un hospital privado, pero por falta de equipo fue trasladado al Hospital Regional.
Matilde Cruz Aguilar, de 33 años, llegó con trabajo de parto a las 05:00 horas al Hospital Regional, pero los médicos la atendieron a las 19:30 horas, y tuvieron que practicarle una cesárea.
Mientras esperaban en el área de urgencias, Matilde y su compañero, Reinaldo Cruz, notaron que del hospital salían muchos féretros. “Ten fe, no va pasar nada”, dijo Reinaldo, al tiempo que vieron gente corriendo en busca de “cajitas para recién nacidos”.
El 27 de diciembre a las 07:00 horas, los médicos le dieron a Matilde la noticia de que su pequeña, Marianita, había muerto. “Cuando nació mi hijita yo la vi desde una ventana y se encontraba muy bien”, comentó.
El fallecimiento de los menores continuó hasta los primeros días de enero de 2003. De los 35 niños que murieron, los familiares de 32 continuaron con el proceso legal para exigir justicia y solicitar que se atendieran las carencias en el Hospital Regional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario