México • Recluyen a unos —dos, tres, cuatro presuntos—, pero brotan otros. Delito cometido: robo de vehículo. Las cifras forman un vaivén. Averiguaciones recientes: en enero, mil 742; en febrero, mil 637; en marzo, mil 606; en abril, mil 477. Asaltos con violencia física o verbal. O las dos.
En los cinturones conurbados, mientras tanto, se entretejen complicidades. Las bandas brincan fronteras como chapulines. Sólo a veces la colaboración policiaca rinde frutos. La porosidad territorial, sin embargo, persistirá en límites de ambas entidades.
Primer día de febrero.
19:10 horas.
Marta va al volante de su Volkswagen Jetta, modelo 2011, acompañada de su novio, y se detiene sobre la calle Sagitario, casi esquina con Osa Mayor, colonia El Rosario, en delegación Azcapotzalco. De pronto llega un individuo que, pistola en mano, abre la puerta del lado izquierdo y coloca el cañón en la cabeza de la mujer, quien trata de decir algo, pero queda sin palabras.
—Esto es un asalto…
Marta abre la boca.
—No diga nada y quítese sus aretes, su reloj, sus anillos, sus celulares, sus carteras, rápido, y no me volteen a ver.
Y se dirige al compañero.
—Su reloj, su anillo y los celulares, y me los dejan ahí —dice y señala la gaveta, y le ordena a ella—, y pásate del lado derecho.
La mujer decide no obedecer y agarra la bolsa y sale del carro con su novio. El asaltante enciende el auto y emprende la marcha. En ese momento la pareja se percata que atrás de su vehículo había otro, un Audi blanco, tripulado por un individuo de cara afilada, puesta una cachucha blanca, rostro cacarizo, labios delgados, nariz recta.
Enfilan hacia Tlalnepantla.
Marta hace la denuncia y pasa a formar parte de las mil 637 personas asaltadas y despojadas de su vehículo ese mes, con igual número de averiguaciones previas en la Procuraduría General de Justicia del DF.
Pasaron cuatro meses.
El 26 de mayo un agente de Investigación llamó por teléfono a casa de Marta. Ella no estaba. El policía dejó el recado. Le dijeron que tenían a un sospechoso que reunía las señas de quien la asaltó aquella tarde.
Y ahí estaba Carlos, “el probable responsable”, de 24 años, “quien llevaba una pistola cuyas características son, al parecer calibre .45, escuadra color negra, con otro color, al parecer café, mismo sujeto que ¬¬—aceptó Marta— reconozco por su perfil del lado derecho, por la tez, por su estatura, que mide 1.60 metros…”
El del Audi anda suelto.
***
***
El 17 de mayo, agentes de Investigación realizaban el operativo denominado Cazador Oriente 1. Eran las 16: 30 horas. El “centro de mando” lanzó un llamado para localizar un vehículo Nissan color blanco, placas de circulación MGS-8142, “el cual fue robado en el municipio de Chalco, Estado de México, por dos sujetos armados”.
Los tripulantes de una patrulla escucharon la alerta en el momento que circulaban por la avenida Tláhuac, esquina con la calle Veracruz, colonia Miraflores, delegación Iztapalapa —esta demarcación tiene el primer lugar en incidencias delictivas: en 2010 hubo 30 mil 161 averiguaciones previas—, donde vieron estacionado el vehículo con las características descritas.
Tras el volante del vehículo robado estaba Ricardo, de 18 años, quien emprendió la huída en el momento que observó a la patrulla; pero no logró avanzar mucho, pues uno de los agentes se le echó encima. El otro presunto, Juan Carlos, de 23, ni siquiera pudo salir del auto, pues el segundo policía saltó hacia la portezuela y lo mantuvo quieto.
Ricardo traía en la cintura, del lado derecho, un revólver calibre .22, color negro, matrícula 27222, cachas café, con un cartucho útil y otro percutido; en la bolsa derecha del pantalón, dos llaves amarillas, con las que, admitió, abre autos Nissan, que son su especialidad.
Juan Carlos, por su parte, traía una navaja en la bolsa del pantalón, un teléfono celular y un radio transmisor, así como una mochila negra, también robada a la persona que habían despojado del coche.
La historia no termina.
***
Los agentes le pidieron a Ricardo una descripción de los hechos y enseguida detalló: Él y Juan Carlos habían acordado que ese día, 17 de mayo, robarían el vehículo, pero que el chofer opuso resistencia. Los agentes tenían la duda clavada respecto a lo que había ocurrido con ese cartucho percutido.
Y aquel despejó.
“El taxista se puso al pedo y le metimos un plomazo en la pierna derecha”, relató Ricardo, quien recordó que todo sucedió en el centro de Chalco, uno de los municipios conurbados con el DF, que conforma la franja de la que se brincan delincuentes, entre Iztapalapa y Ciudad Nezahualcóyotl.
Y fue en esa cabecera municipal, Chalco, donde abordaron el vehículo, añadió Ricardo, encargado de apuntar con el viejo revólver al conductor del Nissan, a quien le ordenó que se bajara, mientras el otro muchacho también amagaba a la víctima con una navaja.
El taxista tuvo arrestos de sobra para negarse y optó por jugarse la vida. Y entonces Ricardo, para doblegarlo, sacó el arma y le disparó en la pierna derecha. Fue así como el dueño del vehículo entendió la exigencia y descendió. Renco. Los asaltantes aceleraron con rumbo a la capital.
Y fue así que el aviso sobre los presuntos culpables tuvo efecto entre las policías de aquél municipio y del Distrito Federal.
“Al encontrarnos en estas instalaciones —describe el reporte policiaco— se presentó el lesionado, siendo éste el conductor del vehículo en mención, el cual, al tener a la vista a los probables responsables, los reconoce plenamente y sin temor a equivocarse: a Ricardo, como el sujeto que lo desapoderó del vehículo y le disparó en la pierna derecha; de igual forma, a Juan Carlos, como el que acompañaba a Ricardo y que éste le puso una navaja y lo sujetó del cuello…”
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